viernes, 10 de abril de 2009

Preguntas

Liza no soporta las tonterías que le dice su novio inglés por teléfono y cuelga. Solloza y sin querer rompe en llanto. No desea soportar las estupiedeces que habla de nuevo pero, a la vez, siente que no puede dejar de quererlo ni un poco; no puede traicionar su amor por temor a quedarse sola. Busca alguien con quien conversar, pero todos le dicen lo mismo, aquello que ella no quiere escuchar: que la está lastimando y que ya se debe terminar. Encuentra a Calaf y sin comentarle lo mal que se siente, le dice hola. Calaf contesta con gracia poco usual; ella sonríe.
Él deja que ella marque el ritmo de la conversación respondiendo las preguntas que le va sembrando conforme transcurren las horas, intuye que la niña mexicana de las fotos de pasarella está quebrada por dentro y necesita hacer su catarsis. Al cabo de unas horas, él le pregunta porqué ha llorado, porqué sus ojos no brillan como de costumbre. Ella, sorprendiéndose, sugiere que no importa, que se ha olvidado el porqué, exhortándolo a no distraerse del cuestionario que le está haciendo. Él sonríe y la deja "ser".
Como es inusual que le presten atención, le hace una última pregunta antes de irse a dormir, ya menguando la madrugada -¿cómo ha durado tanto la conversación?; a lo que Calaf, sonriendo, responde -Has pensado que sólo han transcurrido unos 20 minutos. Ella lo medita por un rato mientras que él, a la distancia, reposa su ancha humanidad en su cama para poder dormir por lo menos un par de horas antes de ir a trabajar.

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